Hace tres dias, el pasado viernes, el Dr. Salvador Casado dimitió del puesto de Director de un Centro de Salud de la Comunidad de Madrid.
Hasta aquí, nada fuera de lo normal (excepto porque aquí nadie dimite), pero por casualidad, conozco peronalmente a Salvador, atiendo a sus padres cuando lo necesitan en Málaga y quiero añadir algo al respecto.
Este excelente profesional de la medicina de familia, y mejor persona, es el adalid del diálogo hasta el infinito y más alla y el paradigma de la comunicación con los pacientes en todas las formas posibles (presencial, telefónica, correo-e, facebook, tuitter, vídeo...). El sí que tiene, y demuestra todos los dias, al paciente en el centro del sistema y en el punto de mira de su actividad profesional.
Su carta de dimisión no tiene desperdicio:
Hoy he presentado mi dimisión como director del centro de salud de Collado Villalba. Les comparto mis razones:
1. Por no estar de acuerdo con la gestión de la Atención Primaria de la Comunidad de Madrid. Con centros de salud cada vez más sobrecargados, deteriorados y poco valorados por la Consejería de Sanidad. Se siguen sin solucionar el modelo de receta y la hiperburocracia, se sigue sin atender las sugerencias de sentido común que se plantean y se sigue sin escuchar a los profesionales. La respuesta "lo estamos estudiando" ha sido esgrimida en demasiadas ocasiones, me temo que no es suficiente.
2. Por no estar de acuerdo con que los pediatras de mi centro tengan 1600 niños cada uno y los médicos de familia más de 2000 pacientes, con altas presiones asistenciales (cuando en otras comunidades como la Rioja tienen 1500 de máximo o en otras zonas de Madrid 1400). No es justo ni para los profesionales sanitarios ni para los ciudadanos. ¿Valen más lo impuestos en la Rioja que en Madrid, o quizá se gestionan peor en Madrid? El principio de justicia es básico en nuestro ordenamiento jurídico, en la Comunidad de Madrid se está rompiendo.
3. Por no estar de acuerdo con el modelo de área única y de gestión actual, con direcciones asistenciales sin poder efectivo y un gerente único que no da respuesta real a los 250 centros de salud de Madrid. No es accesible telefónicametne ni por escrito, matemáticamente no puede serlo.
4. Por que es imposible atender a 2226 pacientes (según mi nómina de marzo) y a la vez dirigir un equipo de más de 40 personas, responder las reclamaciones que se presentan en el centro, acudir a una reunión cada dos semanas (en ocasiones a 50 km), resolver cuestiones administrativas del centro, solucionar la gestión de personal, las ausencias, los repartos, doblajes... y otras muchas cuestiones.
Las medidas de compensación presentadas por el Gerente Único de Madrid son claramente insuficientes. Quitar pacientes del cupo del director y sobrecargar a los demás médicos (en mi equipo con 2000 pacientes) me parece injusto para pacientes y médicos. Dotar de días libres para tareas de dirección sería una solución si fueran suficientes (uno a la semana como en el País Vasco) y con médico sustituto de plantilla. En el momento actual no hay suplentes (hartos de contratos basura), lo que sigue sobrecargando a los demás compañeros. Por otro lado es básico incentivar la labor de las responsables de enfermería y jefas de grupo de los centros, sin ellas no será posible trabajar en equipo.
Un director de centro de salud tiene más obligaciones que un jefe de servicio hospitalario. Estos últimos tienen mayor compesanción profesional, económica y menos carga asistencial, ¿por qué?. La Atención Primaria sigue sin valorarse. Cuando compañeros de otras comunidades autónomas u otros países conocen nuestra situación en Madrid no dan crédito. Vamos abocados a un modelo en el que nadie querrá asumir la responsabilidad de director de centro de salud, en algunos equipos esta labor recae en algún administrativo o en el celador. ¿Sería planteable que el jefe de servicio de cardiología de un hospital fuera el celador, pues en primaria ocurre.
Siento que he fracasado en mi intento de coordinar a un grupo de profesionales y crear equipo, pero en la actual coyuntura me temo que no ha sido posible hacerlo mejor. Al mismo tiempo agradezco la simpatía y la confianza de mis compañeros que me han apoyado en estos tres años. Lo mejor de la Atención Primaria siguen siendo los compañeros de asistencia que, codo con codo, tratan de dar lo mejor de sí mismos cada dia.
Por todo ello, creo que lo más coherente es presentar mi dimisión y esperar que quizá otras personas se replanteen su nivel de responsabilidad. A partir de hoy me dedicaré enteramente a mis pacientes y atenderé en exclusiva mis obligaciones de médico de familia, que es lo que al fin y al cabo soy.
El hecho de que en mi centro de salud hayamos dimitido la jefa de grupo, la responsable de enfermería y un servidor, con el apoyo de todo el equipo, hace que este paso no sea únicamente personal. En otros centros de salud de la Comunidad de Madrid se lo están planteando en este momento, otros ya lo han hecho. Muchos pensamos que así no es posible seguir.
Otros ilustres blogueros han escrito al respecto:
Rafael Bravo, aquí y aquí; Vicente Baos, aquí y Julio Bonis este que reproduzco a continuación y que mueve a la reflexión.
Las dimisiones silenciosas
Dimitir: Del latín dimittĕre. Renunciar, hacer dejación de algo, como un empleo, una comisión, etc.
Me gusta la gente con el valor de la coherencia. Me gusta la gente que dimite, pero no me gusta que la gente tenga que dimitir.
Las dimisiones son esa pérdida de peso inexplicable, ese pezón retraido que sangra, esa abuela que a sus 70 años ha vuelto a tener la regla. Las dimisiones son el síntoma de que algo anda mal en las entrañas.
Algunos dimiten hacia fuera y como al abrir un absceso supurante hacen que el pus brote a borbotones. Me gustan las supuraciones curativas aunque huelan mal. Por desgracia se ven poco y andan por ahí muchos abscesos que son un dolor pero se resisten a ser drenados.
Pero hay, no cabe duda, dimisiones mucho más peligrosas: las dimisiones silenciosas.
Dimite en silencio quien abandona su vocación y se larga a trabajar en otra cosa donde paguen más, o por qué no decirlo, donde al menos paguen.
Dimite en silencio quien abandona su pais, su familia, sus amigos y se larga en busca de alternativas.
Dimite en silencio quien acude cada día a su trabajo, pero llega tarde, se va pronto, toma mucho café y lo que es peor, deja colgado en el perchero antes de entrar su cerebro y su corazón.
Dimite en silencio quien llega a la conclusión de que no vale la pena.
Necesitamos con urgencia más dimisiones supurativas y menos dimisiones silenciosas.
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